Cientos de miles de personas alrededor del mundo día a día eligen incorporar a su vida el running como actividad física. Las razones de dicha elección son variadas: por salud, por alcanzar una meta personal, para competir, para socializar.
Todas válidas. Y todas movidas por una misma emoción: LA PASIÓN que esta actividad genera. Ese motor inagotable que impulsa las piernas y el corazón, que nos llena de satisfacción y alegría a los que constantemente nos calzamos las zapatillas y los pantalones cortos y salimos a recorrer nuestras ciudades.
No es ajena esta realidad a nuestra Caleta Olivia, que se ve inundada todos los días de runners deseosos de recorrer la Costanera, la Ruta Vieja, el camino del Hornito, cada uno con sus exigencias y sus paisajes inigualables. Solos, en grupo, con o sin entrenador, con mucha experiencia o debutantes; pero todos con la PASIÓN en la piel.
Esta pasión es inagotable, nos ordena la vida, nos hace alimentarnos más sano, nos mejora el descanso, pero por sobre todas las cosas NOS DA FELICIDAD. Y exactamente PASIÓN y FELICIDAD resumen perfectamente lo que queremos representar cuando hablamos de correr. Y deseamos que miles más experimenten esta sensación de ser felices tan solo con calzarse las zapatillas. Y de eso vamos a tratar de encargarnos, humildemente, en esta columna.